Cultura Asocial- herencia de la pandemia

Nos encontramos atravesando un año más de Covid-19, y tristemente se evidencia que quienes se transformaron en héroes a través del cumplimiento a cabalidad de sus actividades como médicos, enfermeros, cuidadores a domicilio, transportistas, cajeros, boleteros, personal de limpieza, entre otros, se enfrentan a una economía debilitada con pocas oportunidades laborales que incluso les han cesado de sus funciones. Lo contrario pasó con la industria digital y de tecnológica como: Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft y Facebook alcanzando beneficios netos (descontando impuestos) de 75.000 millones de dólares, un 90% más que el año anterior. Claramente la pandemia atentó contra la vida y economía del mundo de manera estratificada, es decir las economías más fuertes han enfrentado de mejor manera la misma, mientras que las economías con menos recursos han ingresado a un círculo de pobreza y mortalidad insalvable.

Digitalización

El teletrabajo, la educación a distancia y el pase sanitario, se tornaron medidas necesarias para los países, es decir, ellos decidieron sobre nuestras dinámicas de interacción humana, trabajo, estudio, comunicación, encuentro, cuidado, entre otros, a través de las pantallas, esto permitió que las plataformas digitales privadas se organicen y formen parte de nuestra vida cotidiana, obedeciendo a las leyes del mercado y condiciones de uso determinadas por los directorios. No se les impone ninguna restricción, ni obligación, ninguna condición que normalmente ponen a los servicios públicos. En el 2017 el fundador de Facebook, expuso su gran objetivo “construir la infraestructura social que a largo plazo reunirá a la humanidad” reconstruyendo a golpes de “likes” el “tejido social” deshilachado. Apoyado en los 2.800 millones de usuarios activos de su red social. (personas con una construcción personal asocial, manejan las relaciones sociales del mundo, fomentando el no acercamiento, y aprovechándose de nuestra supuesta libertad para ingresar a voluntad a un “panóptico digital[1] controlado por ellos).

“La autosegregación de las sociedades occidentales modernas, significa que mucha gente estima inútil, indeseable o extraño discutir con sus conciudadanos”[2]

Hasta mediados de los años 2.000, los vínculos de amistades, de afectos, de seducción, de atención recíproca, los sentimientos de curiosidad, de felicidad, de cólera, de tristeza aún se mantenían distantes a su interpretación a través de datos. Pero luego estos afectos y estados de ánimo, debían hacerse medibles para jerarquizar sus valores, estimular a los contribuyentes y producir datos personales, es así cómo en la APP actuales que interactúan las personas online, traducen sus valores a través de estrellas, pulgares arriba, abonados o corazones.

Los Datos

“No es la medida sino el exceso de la medida, no son los indicadores sino la obsesión por los indicadores”[3].

La narración de la pandemia del Covid-19 se efectúa en una lengua de cifras y de curvas obtenidas de apuradas respuestas del universo médico (casos, testeos, muertes, hospitalizaciones, ocupación de servicios de reanimación, tasas de vacunación, picos de muertes por millón…) al gran público, a través de los medios de comunicación y el mundo político, en donde las portadas de los grandes diarios, de los motores de búsqueda contenían titulares: “aplanar la curva”, “pasar por debajo del umbral”, “alcanzar el objetivo”, entre otros.

Extasiados por los datos estadísticos, de pronto el ser humano se sobre salta ante la idea de que, a esta presentación de apariencia indiscutible, le falta algo y esconde lo esencial: la crisis sanitaria es sólo el síntoma de una sociedad enferma.

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